…andaba buscando qué línea quería marcar en la canciones que estaban por nacer, tener un punto de partida. 

He de confesar que meses antes había intentado seguir una a la que a día de hoy me siento bastante próximo, pero ahora es tiempo de dejarla hibernar. 

En aquel momento no conectaba. Soy carne de invierno, así es como funciono. Hacía un calor letal y la máquina creativa se duerme. 

Antes de Queenstown hubo un pellizco de tormenta y revelación. Es como cuando estás en la oscuridad y no ves nada hasta que te acostumbras a ella. Muchas horas de estudio a la guitarra, de puñetazos en el espejo, tozudez , paciencia y descubrimiento. Siempre en ese mismo orden. 

Llegó el otoño de 2017 y olía a lluvia sin haber caído ni gota. Estaba escuchando a nuevos guitarristas. Me dejé llevar vencido y sin propósito y entonces lo vi. 

Un papel en blanco y un bolígrafo. 

Y empecé a escribir y a viajar mucho a través de la historia reciente de Irlanda y Estados Unidos de la mano de la joven Annie Moore. Eso me ayudó enormemente. Nació una persona entre línea y tachón y empecé a construir los cimientos de su vida. 

Un par de meses después, ya en 2018, me fui solo a Irlanda tres días. Visité Dublín, Galway y los increíbles acantilados de Moher. El viento y la lluvia eran tales que se llevaron de un plumazo todo el letargo (y parte de mis pertenencias). A esa altura e inmensidad te apetece de todo menos ser humano.

 Como dato curioso, de vuelta a Dublín hice parada en un pequeño pueblo donde vivió un antepasado de Barack Obama, quien además estuvo allí siendo todavía Presidente de Norteamérica conociendo parte de sus raíces. 

Pasaron semanas hasta que todo aquello creció en la guitarra y empezaron a sonar las primeras notas de lo que todavía no tenía nombre. Y otros tantos meses y maquetas después me dejé caer en Calypso Studios y con la compañía de Miguel Ángel Gascón, Juan Alfaro y Cristina Olmedilla, Queenstown se volvió inmortal. Queenstown fue el nombre que Cobh (Cork, Irlanda) tuvo durante décadas hasta que Irlanda se soltó de la mano fría de Reino Unido y recuperó su anterior nombre. Fue puerto de muchos inmigrantes que huyeron de la crisis de la patata y la muerte provocada por ésta y la soga de olvido que el reino eterno apretó erróneamente como única solución. También fue la última parada del famoso Titanic y testigo del hundimiento del Lusitania.

A día de hoy hay borradores de capítulos y una historia sin terminar sobre el papel, aunque en mi cabeza ya lo esté desde hace mucho. Si me paráis por la calle y me preguntáis en qué ando ahora, es muy probable que responda “en mil historias”. Siempre estoy corriendo, a veces demasiado rápido. Pero sé que esos borradores serán algo más cuando llegue el momento, cuando vuelva el frío. Para mí las canciones que han estado naciendo en este tiempo no tienen sentido sin pasar por ahí. 

Escribir es un analgésico muy potente y hacer música también. Puedo ser con ello lo que me dé la puta gana, aunque en el fondo solo busque llegar con ambas a la parte olvidada que tienes en el pecho latiendo, embelesándote como si usara el canto de una sirena para hacerte consciente de que estás vivo. Para darte oxígeno. 

Anoche soñé que alguien me preguntaba de qué hablaban las letras de mis canciones. 

Y no supe explicarlo…




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